En el último año engordé como 10 kilos.
Una depresión jodida, sumada a las pastillas que me daban para bancarla, algo de sedentarismo, mucho chupahuevismo a la hora de comer...una mezcla de mierda.
La cosa es que tengo que bajar esos kilos como sea. Bah, como sea no: bien. Eso implica comer sanamente y moverme más ( algo que no logro hacer. Una porque no me gusta, y dos, porque ando mal de un pie y no puedo caminar bien)
Comer sanamente no es problema. No le hago asco a nada: zapallitos hervidos o ensalada de rúcula con limón es bueno para mi.
Obvio que tengo mis kriptonitas alimenticias: helado, pizza y alcohol
¡Y pensar que de adolescente no bebía!
Hoy comí helado, y negocié conmigo que lo hacía por media hora de bici fija, por lo menos. No llegué ni a 15 minutos que ya me aburrí.
Tengo pila de motivaciones: mi imagen, mi salud, mi soledad autoinflingida por estar gorda ( y sentirme mal)...pero no hay caso.
Hoy es uno de esos días en que quiero morir atragantada con helado.
Kilos y kilos de helado, de todos los colores y sabores. De un pote grande, con cuchara de sopa.Frente a una gran pantalla en donde pasen mis películas favoritas.
Y así dormirme, alechonadísima, y mandar a todos a la mierda.
Pero no puedo ni debo hacerlo.
Sobre todo por esos 3 kilos que ya bajé, y no se lo merecen
jueves, 27 de enero de 2011
Suscribirse a:
Entradas (Atom)