- Pero vos te merecés a alguien que se dé cuenta. Y yo también-
-Que se dé cuenta de qué?-, susurró él entre dientes y sueños mareados
- De lo maravilloso que sos; de lo maravillosa que soy yo también.
Yo me doy cuenta, pero no soy yo la que se tiene que dar cuenta.Tiene que ser otra.
Y vos.... vos no te das cuenta de nada. Nunca te diste cuenta de nada.
Yo te voy a seguir queriendo como hasta ahora, y quizás más, por el simple hecho de que estuvimos desnudos y juntos.
Y por lo mismo, vos me vas a querer menos, y te vas a alejar, y te vas a dar menos cuenta todavía de lo maravillosa que soy. -
Y le acarició el pecho, pero él hacía rato que ya no la escuchaba. Quizás nunca la escuchó.
Ella se acurrucó en su lado de la cama, al borde de una lágrima.
Y se rió fuerte hasta que los pájaros, afuera, la imitaron
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